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Hay que empezar a confiar en la vida, olvidar los planes, divertirse, observar, acompañar, dejarse llevar por su alegría, su fuerza poderosa interna que los hace tan tenaces en lograr que se cumplan sus necesidades y deseos… Habrá que aprender a no dirigir la interacción de los niños con el entorno, proteger de la invasión de otros intervencionistas, respetar los procesos de vida.
Confiar en la vida es dejar de gobernar las flores para disfrutar de ellas y su esplendor.

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